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02/04/12

Día internacional do Libro Infantil




Juan Gedovius

Había unha vez un conto que contaba o mundo enteiro (Francisco Hinojosa):

Había unha vez un conto que contaba o mundo enteiro. Ese conto en realidade non era un só, senón moitos máis que comezaron a poboar o mundo coas súas historias de nenas desobedientes e lobos seductores, de zapatiños de cristal e príncipes namorados, de gatos inxeniosos e soldadiños de chumbo, de xigantes bonachóns e fábricas de chocolate. Poboárono de palabras, de intelixencia, de imaxes, de personaxes extraordinarios. Permitíronlle rir, asombrarse, convivir. Cargárono de significados. E dende aquela eses contos continuaron multiplicándose para dicirnos mil e unha veces “Había unha vez un conto que contaba o mundo enteiro…”
Ao ler, ao contar ou ao escoitar contos estamos exercitando a imaxinación, coma se fose necesario adestrala para mantela en forma. Algún día, seguramente sen que o saibamos, unha desas historias acudirá ás nosas vidas para ofrecernos solucións creativas aos obstáculos que se nos presenten no camiño.
Ao ler, ao contar ou ao escoitar contos en voz alta tamén estamos repetindo un ritual moi antigo que cumpriu un papel fundamental na historia da civilización: facer comunidade. Ao redor deses contos reuníronse as culturas, as épocas e as xeracións para dicirnos que somos un só os xaponeses, os alemáns e os mexicanos; aqueles que viviron no século XVII e nós que lemos un conto en Internet; os avós, os pais e os fillos. Os contos énchennos por igual aos seres humanos, a pesar das nosas enormes diferencias, porque todos somos, no fondo, os seus protagonistas.
Ao contrario dos organismos vivos, que nacen, se reproducen e morren, os contos, que xorden colmados de fertilidade, poden ser inmortais. En especial aqueles de tradición popular que se adecúan ás circunstancias, ao contexto do presente no que son contados ou reescritos. Trátase de contos que, ao reproducilos ou escoitalos, os converten nos seus coautores.
E había unha vez, tamén, un país cheo de mitos, contos e lendas que viaxaron polos séculos, de boca en boca, para exhibir a súa idea da creación, para narrar a súa historia, para ofrecer a súa riqueza cultural, para excitar a curiosidade e encher de sorrisos os beizos. Era tamén un país no que poucos dos seus poboadores tiñan acceso aos libros. Pero esa é unha historia que xa empezou a cambiar. Hoxe os contos están chegando cada vez máis a recunchos afastados do meu país, México. E ao atoparse cos seus lectores están cumprindo co seu papel de facer comunidade, facer familia e facer individuos con maior posibilidade de ser felices.






"Como cambia o conto", en castelán, non o ían publicar en galego, no Faro de Vigo:

Hoy, los libros infantiles dibujan historias sobre el alzhéimer, la enfermedad, la pérdida de un ser querido, el sida, el acoso escolar, las relaciones entre hombres y mujeres..., temas que forman parte del entorno vital del niño y que los escritores gallegos abordan sin prejuicios, adecuando el lenguaje a la capacidad de estos primeros lectores, más capacitados para entender las complejas relaciones sociales y los grandes temas de siempre que lo que los adultos creen. Los ilustradores, la otra parte clave en toda historia para niños, también han sustituido a los personajes buenos y malos por otros con defectos, pero también virtudes, los oscuros torreones por luminosas casas o la escuela y ya no hay fauces a la vuelta de la página.
Agustín Fernández Paz sostiene que los cuentos siempre han tratado de los problemas que afectan o pueden preocupar a los niños. Lo que ha cambiado es la realidad de los pequeños y la mirada del escritor. Las historias, aunque tengan el mismo trasfondo, no se cuentan igual. El escritor pone como ejemplos dos de los clásicos de la literatura infantil, "Hansel y Gretel" y "La Cenicienta. "El primero es la historia de unos niños que son abandonados por sus padres en el bosque porque no pueden mantenerlas y la segunda, la de una niña que se queda sin familia y tiene que ser acogida. Aunque con un importante componente simbólico, tratan del abandono y de los niños sin hogar, algo que sigue sucediendo hoy", explica el autor de títulos como "Valados", una historia sobre las barreras visibles e invisibles, y "Lúa do Senegal" (emigración).
Es a partir del fin de la II Guerra Mundial, según Fernández Paz, cuando se impone una literatura infantil distinta a la que representan nombres como los hermanos Grimm y Andersen, una literatura que trata de divertir a los niños de la posguerra, pero también de enseñar, de manera fantástica, los problemas del mundo en que vive el niño. "Las circunstancia de la vida van cambiando y también las historias. Hoy no tiene demasiado sentido repetir los temas que están tratados ya en los cuentos tradicionales, aunque haya actualizaciones. La mejor literatura es la que es consciente del mundo en que vive y lo más importante es la mirada, más que la trama", explica Fernández Paz.
"Unha chea de familias", de Xosé Antonio Neira Cruz, es un mosaico de los distintos modelos de familia. "Muchas veces, los adultos, por prejuicios o porque creen que el niño no lo va a entender o se va a traumatizar, prefieren no explicarles determinados temas. Pero los niños demuestran tener una gran capacidad para entender cualquier cosa si se les explica", opina el escritor.
En su opinión, los temas de los libros infantiles son los mismos, lo que varía es su planteamiento. "Todo libro tiene una dimensión social. Lo que cambia es la forma de presentarla. Al niño le da más miedo hoy la incertidumbre social, el paro, por ejemplo, que pasear por un bosque de noche. Porque, ¿qué niño pasea hoy solo por un bosque?", comenta.
Tradición oral
Lo que, desafortunadamente, también está cambiando es la tradición oral. Los padres cada vez tienen menos tiempo para sentarse a leer un cuento a los pequeños, un acto que no solo hace que la historia cautive al niño, sino que despierta su amor por los libros. "Hoy se cree que basta con poner un libro delante del niño, pero la relación entre cuento y afecto es muy importante", dice Neira Cruz, autor también de "Un bico de amor e vida", la historia de una Sirenita moderna en tiempos del "Prestige".
Fina Casalderrey defiende que a los niños se les puede hablar de cualquier tema y que lo difícil es cómo hacerlo. "El problema está más en nuestra capacidad para abordarlo que en su falta de inteligencia. Los niños son más jóvenes, pero no menos inteligentes", opina la autora de "Xela volveuse vampira!!" y "Ola, estúpido monstruo peludo!", dos títulos que abordan el maltrato a las mujeres, dirigidos a niños a partir de siete y de diez años, respectivamente.
La obra de Casalderrey tiene un claro contenido social – "Eu son eu" (sobre el alzhéimer), "A lagoa das nenas mudas" (racismo), "A pomba e o degolado" (acoso escolar)...–, aunque la escritora pontevedresa asegura que su intención no es condicionar al lector. ni educar. "Lo principal de la literatura es la belleza de la palabra, aunque siempre tiene denuncia, reivindicación. Pero hoy sin moralina. Lo de las mamás con el mandil y los niños llenos de virtudes ya pasó. Yo intento contar una historia lo más bonita posible y mis valores van a aflorar, pero no trato de condicionar", asegura.
"Las historias ya no son ejemplarizantes y tratan temas de cierta dureza, sí, pero también escribimos solo con el afán de entretener. No creo que uno de los objetivos de la literatura hoy sea llenar espacios didácticos. Para eso está la televisión", afirma Francisco Castro, que traza en "Chamádeme Simbad" la hermosa historia de la relación entre un nieto y su abuelo, enfermo de alzhéimer, y que critica la falta de atención que en general presta la sociedad a las personas mayores.
Los cuentos son un reflejo de la realidad social. Así lo sostiene An Alfaya, que asegura que algunos cuentos tradicionales son "terroríficos" y tienen una clara intención de perpetuar los clichés sociales establecidos. "Son historias muy morales, para convertir a los niños en ciudadanos sometidos al sistema, un reflejo de la aquella sociedad. Hemos ido evolucionando poco a poco en cuestiones como la igualdad de sexos, de razas y de clases sociales, y ahora se trabaja la fantasía pero de otra forma, plasmando el mundo tal y como es y sin recurrir al miedo", sostiene la escritora viguesa. Para la autora de "Illa Soidade", una historia sobre el respeto por la diferencia y la indigencia, "O caderno azul" (sida) y "Down", la literatura infantil actual no moraliza, sino que invita a reflexionar. "Mi premisa cuando escribo es que no debo enseñar, sino mostrar el mundo tal y como lo veo. Por eso a veces dejo los finales abiertos", insiste.
Experiencia vital
La poetisa Asun Estévez se estrenó en la narrativa con "Bicos de sol", un libro que nació tras una experiencia vital. "Cuando me diagnosticaron cáncer, lo más duro fue cómo contárselo a mi hijo. El libro lo escribí pensando en que podría ser de ayuda a otras personas en esa situación. Al niño hay que contarle las cosas con naturalidad y sin miedo, porque si ve que tú no lo tienes, él tampoco", afirma.
El tema de la enfermedad también lo aborda Silvestre Gómez Xurxo en "Todo vai ir ben", donde una adolescente debe enfrentarse al cáncer de su madre. Este escritor reconoce que su trabajo como docente, que ejerció hasta el pasado mes de septiembre, marca su obra literaria. "Me interesa la formación de la persona y acabo escribiendo libros sobre temas como la convivencia escolar ("Ti non xogas!") o las expectativas familiares desmedidas sobre los hijos y los problemas que les provoca ("Déixao medrar"). Mis libros son una reflexión educativa", dice.
Lo desconocido siempre asusta y la llegada de un hermano, con los cambios que conlleva, puede resultar una dura experiencia. La incertidumbre ante este acontecimiento lo tratan María Solar y Xosé Luis González "Oli" en "Vou ter un irmán" y "Un problema grande", respectivamente. La presentadora de televisión y escritora asegura que "Vou ter un irmán", su sexto cuento, surgió tras saber que esperaba su segundo hijo. "Me pareció bonito transmitir esa experiencia desde la mirada del niño que espera un hermano", asegura. Solar opina, como Alfaya, que la literatura infantil ha sustituido el factor del miedo por el del amor. "Algunos cuentos tradicionales son terribles, con esa angustia de lo que te va a pasar o de lo que te van a hacer", confiesa.
En opinión de "Oli", los libros para niños en la tradición oral tenían una pretensión socializante, de enseñar a los nuevos miembros las normas sociales. Sin embargo, desde finales del siglo pasado y este, la receta moral "no es tan elaborada". "Los cuentos de hoy permiten decidir al lector y ya no presentan cosas malas o buenas, sino que hay matices", argumenta el autor de "Artur", una historia que nació en el aula. "Tuvimos una incubadora y me sorprendía el asombro de los niños cuando nacía un polluelo y también el miedo que sentían al verlo tan indefenso. Así surgió esta historia, aunque no intenta enseñar. nada Creo que hoy se peca un poco de querer transmitir valores por encima de la belleza de la literatura", afirma.


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